Informe del Banco Mundial

Integrarse en las cadenas de valor mundiales acelera el desarrollo sostenible

22.10.2019 | Cadena de valor

Las empresas que participan en las cadenas de valor mundiales son más del doble de productivas, contribuyen a una mayor reducción de la pobreza y tienden a emplear a más mujeres, según un reporte del Banco Mundial. Aún tienen desafíos en el impacto ambiental de su logística. 


El Informe sobre desarrollo mundial 2020: El comercio al servicio del desarrollo en la era de las cadenas de valor mundiales concluye que desde entonces las cadenas de valor mundiales han impulsado una transformación económica que permitió a los países más pobres avanzar rápidamente por la vía del desarrollo. A través de dichas cadenas, los países en desarrollo pueden especializarse y enriquecerse sin tener que crear industrias enteras desde cero.

En una era caracterizada por la desaceleración del comercio y el crecimiento, los países en desarrollo pueden lograr mejores resultados para sus ciudadanos implementando reformas que aumenten su participación en las cadenas de valor mundiales. Estas reformas pueden ayudarlos a expandir sus economías pasando de las exportaciones de productos básicos a las manufacturas básicas, y a garantizar que los beneficios económicos se distribuyan de forma más generalizada en la sociedad. 

Las cadenas de valor mundiales representan casi el 50 % del comercio internacional. Pero, según el informe, su crecimiento se ha estancado desde la crisis de 2008. Las fricciones comerciales han generado incertidumbres relacionadas con el acceso a los mercados, lo que ha llevado a las empresas a considerar la posibilidad de postergar los planes de inversión. Asimismo, los beneficios de la participación en las cadenas de valor mundiales no se han distribuido de manera equitativa entre los distintos países ni dentro de ellos. Los costos ambientales están creciendo, principalmente debido al aumento de las emisiones de dióxido de carbono generadas por el transporte de bienes intermedios, que implica mayores distancias.

Las cadenas de valor mundiales pueden seguir siendo un motor de crecimiento sostenible si los países en desarrollo adoptan reformas normativas más profundas, y las economías avanzadas adoptan políticas abiertas y predecibles. Se muestra que los países pueden tomar la iniciativa para obtener mejores resultados eligiendo entre una variedad de opciones adaptadas a la etapa específica de desarrollo en la que se encuentren. Estas opciones incluyen políticas más sólidas para reducir las emisiones de carbono (como la valoración económica de la degradación ambiental) y ayudar a los trabajadores desplazados a conseguir nuevos empleos.

Acelerar los trámites aduaneros y reducir las demoras en las fronteras pueden generar importantes beneficios para los países que están haciendo la transición de las exportaciones de materias primas a un nivel básico de manufactura. Asimismo, las inversiones que mejoran la conectividad modernizando las comunicaciones, los caminos, los ferrocarriles y los puertos pueden generar grandes beneficios.

 

 

De acuerdo con el informe, las cadenas de valor mundiales:

Promueven la productividad y el crecimiento: Se estima que el aumento de un 1 % de la participación en ellas genera un crecimiento del ingreso per cápita de más del 1 %, es decir, aproximadamente el doble que en el comercio tradicional. En Etiopía, las empresas que participan en las cadenas de valor mundiales son más del doble de productivas que otras empresas similares que participan en el comercio tradicional.

Reducen la pobreza: Dado que los beneficios en términos de crecimiento que se obtienen gracias a las cadenas de valor mundiales son mayores que los derivados del comercio de productos finales, su impacto en la reducción de la pobreza también es mayor. Las regiones de México y Vietnam que participaron más intensamente en las cadenas de valor mundiales experimentaron mayores reducciones de la pobreza.

Generan mejores puestos de trabajo: Las empresas que integran las cadenas de valor mundiales contribuyen a que las personas se dediquen a actividades de manufactura y de servicios más productivas y tienden a emplear a más mujeres, respaldando así la transformación estructural en los países en desarrollo.

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