La mujer latinoamericana y caribeña: más educada pero con peores salarios

16.10.2012 | América Latina

La diferencia salarial entre hombres y mujeres en América Latina, pese a su reciente reducción, aún es prevalente, según un nuevo estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) titulado “Nuevo Siglo, Viejas Disparidades” que compara encuestas de hogares representativas en 18 países de América Latina y el Caribe. Al comparar hombres y mujeres de la misma edad y del mismo nivel educativo, los hombres ganan un 17 por ciento más que las mujeres en América Latina. Pese a tener más años de educación que los hombres, las mujeres aún se concentran en ocupaciones peor remuneradas como la enseñanza, la salud o el sector servicios.


El nuevo estudio del BID llamado “Nuevo Siglo, Viejas Disparidades” fue presentado en la Conferencia PODER, un encuentro de alto nivel realizado en Lima, Perú, en el que expertos como la secretaria ejecutiva de ONU Mujeres Michelle Bachelet y la Secretaria de Estado de EE.UU. Hillary Clinton exploraron estrategias para alcanzar equidad de género en el mercado laboral.

El estudio, que también analiza las diferencias salariales de minorías étnicas en la región, apunta que, si bien la brecha salarial promedio entre géneros disminuyó del 25 por ciento al 17 por ciento entre 1992 y 2007, la disparidad sigue siendo muy alta y queda mucho trabajo por hacer.

En base a los datos que arrojaron las encuestas de hogares, las mujeres sólo ocupan el 33 por ciento de las profesiones mejor pagadas en la región, como la arquitectura, la abogacía o la ingeniería. En estas profesiones la brecha salarial entre hombres y mujeres es mucho más pronunciada, alcanzando en promedio un 58 por ciento. Las habilidades que se necesitan para estos trabajos son de tipo cuantitativo, y a pesar del avance de las mujeres en años de escolaridad – en promedio 0,5 años más que los hombres – la mujer tiende a concentrarse en carreras como la psicología, la enseñanza o la enfermería en las que no se desarrollan este tipo de habilidades.

“La participación de las mujeres en el mundo del trabajo ha avanzado en las últimas décadas, pero la brecha salarial entre géneros continúa. El proceso para cerrar estas diferencias ha sido muy lento ya que los estereotipos y las percepciones erradas de los roles de hombres y mujeres han distorsionadolas interacciones, no solo en los lugares de trabajo sino también en los hogares. Estos estereotipos, que aparecen tan temprano como en la primera infancia, funcionan como elementos desalentadores para las mujeres, limitando sus posibilidades de acceso a carreras con mejores futuros en el mercado laboral”, dice Hugo Ñopo especialista en educación del BID y autor del estudio.

Las mujeres tienen una mayor tendencia a trabajar medio tiempo, en el autoempleo y en la informalidad. Mientras uno de cada diez hombres trabaja medio tiempo, una de cada cuatro mujeres accede a esta forma de trabajo. Esta flexibilidad laboral, que permite a las mujeres participar en los mercados de trabajo mientras siguen a cargo de múltiples responsabilidades en sus hogares, viene a un costo reflejado en salarios más bajos.

Asimismo, las mujeres suelen entrar más tarde al mercado laboral y a participan en ello de forma intermitente, debido por ejemplo a la crianza de los hijos. Esto puede ir en detrimento de su experiencia y desarrollo profesional, causando que las brechas de salarios crezcan con la edad.

Lo que queda por hacer
Para cerrar la brecha salarial, el estudio recomienda repartir de forma equitativa las tareas en el hogar, incentivar a las mujeres el estudio de las ciencias y matemáticas, y adoptar medidas que permitan alas madres contar con mayor disponibilidad de tiempo para participar en los mercados de trabajo. Un ejemplo de esto último podría ser la expansión de la oferta de los servicios de centros de desarrollo infantil temprano. Con esto no solo se ayudaría a las mujeres a aumentar su jornada laboral, probablemente permitiéndosele pasar del medio tiempo al tiempo completo, sino que además serviría para incrementar el capital humano de la siguiente generación.

Igualar la licencia de maternidad y paternidad podría ayudar a nivelar el campo de juego con respecto a las decisiones de contratación de hombres y mujeres. Así mismo, alentaría a los hombres y mujeres a dedicar más tiempo a sus recién nacidos, generando toma de decisiones más equitativas.

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