¿Sirven realmente las microfinanzas?

25.06.2011 | Destacadas

Durante más de tres décadas las instituciones micro-financieras han concedido pequeños créditos a los más pobres del mundo –la mayoría mujeres-, y generado miles de casos de estudio mostrando que dichos créditos contribuyen a reducir la pobreza, mejorar la salud, los niveles educativos y asimismo promover la potenciación de las mujeres. No obstante, algunos escépticos sostienen que no existen suficientes datos para demostrar que las microfinanzas transformen la vida de la gente a gran escala, y reclaman que se realicen análisis más rigurosos. Esa es la tarea que emprende el siguiente articulo del Colegio Wharton, de la Universidad de Pennsylvania, en Filadelfia, Estados Unidos de América.


 

Ahora dos estudios han despertado dudas sobre algunas creencias durante largo tiempo consideradas prácticamente hechos. Estos estudios –que emplearon metodologías clínicas aleatoriamente controladas-, efectivamente han demostrado que los microcréditos ayudan a los emprendedores con pocos recursos a incrementar los beneficios de sus negocios. Sin embargo, sus resultados muestran un escaso impacto de los microcréditos sobre la salud, la educación, el consumo medio, los procesos de toma de decisiones de las mujeres o el grado de bienestar manifestado.
Estos inesperados resultados, que rápidamente captaron la atención de The Economist y otros medios de comunicación, crearon una gran conmoción entre la comunidad. “No captan lo que consideramos es el impacto o dimensiones reales de las microfinanzas; a veces es necesario que pasen varios años antes de que se manifiesten”, afirma Bruce MacDonald, vicepresidente senior de comunicaciones de Acción International, una entidad sin ánimo de lucro con sede en Boston envuelta en el mundo de las microfinanzas desde 1973. “No estamos en absoluto de acuerdo con la idea de que las microfinanzas no tienen un impacto sobre la pobreza; llevamos viendo su impacto los últimos 30 años”.
Uno de los problemas con las investigaciones previas, responden los críticos de las microfinanzas, es la autoselección, esto es, los estudios únicamente entrevistan a los clientes que pidieron un préstamo y les fue concedido. Los nuevos estudios difieren de los previos en que intentan cuantificar el impacto de las microfinanzas comparando dos grupos: los que pudieron acceder a los microcréditos frente a los que no.
En el primer estudio, los investigadores del MIT (Massachusetts Institute of Technology) trabajaron con una entidad que concedía midrocréditos en la India y analizaron 104 barriadas de Hyderabad. La mitad de esas barriadas fueron seleccionadas aleatoriamente para recibir créditos y la otra mitad no. Pasado cierto tiempo –entre quince y dieciocho meses más tarde-, los investigadores entrevistaron 6.850 hogares de la comunidad –unos 65 por barriada-, para intentar captar algún cambio en el bienestar económico y personal.
El segundo estudio, realizado por Dean Karlan, de la Universidad de Yale, y Jonathan Zinman, de Dartmouth College, empleó un método similar para analizar las microfinanzas en Filipinas, pero en lugar de estudiar a las comunidades se centraron en los individuos: 1.601 solicitantes de Manila. A la mitad le ofrecieron aleatoriamente un préstamo; a la otra mitad se les denegó. Los investigadores investigaron el grupo de muestra entre once y veintidós meses más tarde para ver si algo había cambiado. En ambos casos los resultados fueron ambiguos.
“Aunque los microcréditos tienen éxito a la hora de modificar el gasto del hogar y crear o ampliar una empresa, sin embargo no parecen tener un efecto perceptible sobre la educación, la salud o sobre la potenciación de las mujeres”, se puede leer en el estudio sobre la India. “Obviamente, después de un largo periodo de tiempo, cuando el impacto de la inversión probablemente se haya traducido en un mayor gasto total para la mayoría de los hogares, será muy posible observar el impacto sobre la educación, la salud o la potenciación de las mujeres No obstante, al menos en el corto plazo (entre quince y dieciocho meses), el microcrédito no parece ser la receta para cambiar el nivel educativo, de salud o las decisiones de las mujeres. Así, los microcréditos tal vez no sean una receta milagrosa, pero permiten a los hogares pedir prestado, invertir y crear ó ampliar las empresas”.
Alex Counts, presidente de la Fundación Grameen en Estados Unidos, con sede en Washington D.C., considera que estos estudios son “preliminares” y cree que el marco temporal es demasiado limitado como para ser significativo. Counts advierte que no se debería generalizar sobre las microfinanzas en base únicamente de dos estudios, ya que los entornos entre países pueden ser diferentes. En su opinión, una mejor medida sería la investigación encargada en 2005 por su organización, en donde se analizaron los principales noventa estudios sobre el impacto de las microfinanzas y se concluía que su impacto era positivo. Counts también cuestiona los resultados de Manila con motivo de la entidad prestataria involucrada. “Estudiaron una institución financiera cuya práctica en Filipinas no se puede considerar de modo alguno típica”, dice Counts.
Para aquellos especialistas de las microfinanzas especializados en la potenciación del papel de la mujer, los resultados de estos estudios fueron particularmente sorprendentes. El estudio de la India no encontró impacto alguno sobre las tomas de decisiones de las mujeres, mientras los resultados del estudio sobre Manila mostraban evidencia de que los microcréditos ayudaban más a los hombres que a las mujeres.
“Me sorprendió, pero también me dio la sensación de que estaba dejando algo fuera”, dice Mary Ellen Iskendarian, presidenta y consejera delegada de Women’s World Banking. Esta institución con sede en Nueva York, que lleva funcionando desde hace treinta años y trabaja con cuarenta instituciones microfinancieras de veintiocho países, tiene “datos sólidos” de numerosos estudios alrededor del mundo que muestran que las mujeres a las que conceden microcréditos experimentan una disminución de la violencia doméstica. La potenciación de las mujeres es “infinitamente más difícil de cuantificar pero todo cambio observado es tan importante como los efectos económicos”, dice Iskendarion añadiendo que este factor de género aparece en muchos estudios. “Está confirmado por los datos, así como al hablar con las propias mujeres”.
Efectivamente, según muchas personas tal vez no sea práctico –o incluso posible-, cuantificar la reducción de la pobreza o cambios sociales profundos con pruebas controladas aleatorias. Las microfinanzas son demasiado complejas, sus programas demasiado variados. Los préstamos son de diferentes cuantías para diferentes tipos de negocios, y los pueblos y las familias nunca son exactamente iguales. A medida que las microfinanzas crecen y se expanden es mucho más complicado aislar a un “grupo de control”, en especial en las áreas urbanas porque las comunidades que no tienen acceso a una institución microfinanciera podrían tener acceso a otra. Iskendarian recuerda una tentativa de estudio que tuvo que rectificarse de nuevo cuando los investigadores descubrieron que las mujeres en el grupo de control (el pueblo al que no se concedió el microcrédito), estaba enviando secretamente a sus hijas a solicitar créditos al pueblo de al lado, donde sí estaban disponibles.
A pesar de la controversia sobre la metodología empleada, los dos estudios reflejan un interés reciente en el sector de las microfinanzas para una mejor cuantificación de los resultados sociales, dice el profesor de Gestión de Wharton Keith Weigelt. En los últimos años, a medida que un creciente número de instituciones crediticias con ánimo de lucro se introducían en un mercado dominado previamente por agencias humanitarias y sin ánimo de lucro, a los profesionales experimentados les preocupa que las microfinanzas se hayan desviado de su misión original de desarrollo social.
Mientras, en los últimos años las instituciones microfinancieras y sus donantes han aumentado sus esfuerzos para mejorar la transparencia y las evaluaciones de impacto. La Fundación Grameen y el Grupo Consultivo de Ayuda a la Población Pobre (CGAP, Consultative Group to Assist the Poor), el brazo investigador en temas de microfinanzas del Banco Mundial, encargó el desarrollo del índice para salir de la pobreza (PPI, Progress out of Poverty Index), para ayudar a las instituciones financieras a cuantificar el impacto social. En 2008 la Fundación MasterCard, un importante donante en las microfinanzas, concedía 740.000 dólares al Microfinance Information eXcchange (MIX) para ayudar a lanzar una plataforma web para estudiar los resultados. Otros importantes donantes como la Fundación Bill and Melinda Gates han financiado un creciente número de estudios sobre las microfinanzas. “Un aumento de los estudios sobre microfinanzas implica una evolución del sector”, según Weigelt. Encontrar una medida precisa del impacto social es “el santo grial”.
Rachel Glennerster, director ejecutivo del laboratorio Abdul Latif Jameel Poverty Action en el MIT y coautor del estudio sobre la India, cree que su trabajo ha atraído mucha atención en la prensa porque ha cubierto un vacío en las investigaciones sobre microfinanzas. “Hay muchas preguntas en el aire: ¿funciona? ¿qué se logra realmente? Y simplemente no había evidencia suficiente para contestar a dichas cuestiones”, explicaba Glennerster. “Así pues cubres un vacío. Respondes a una pregunta para la que la gente quiere desesperadamente respuesta”.
La mayoría de los profesionales relacionados con las microfinanzas dan la bienvenida a los datos y están ansiosos por que se realicen más estudios. No obstante, no todos están de acuerdo en cómo y qué se debería cuantificar a continuación. Algunos recuerdan que siempre han sido conscientes de las limitaciones de las microfinanzas y que nunca creyeron que fueran a hacer milagros. Así, sostienen que treinta años de informes suponen un sólido apoyo a los beneficios sociales de las microfinanzas; no deberían rechazarse debido a dos únicos estudios. Otros creen que estos nuevos estudios presentan algunas carencias: el marco temporal es demasiado corto, el alcance demasiado limitado y las pruebas clínicas aleatoriamente controladas son más adecuadas para cuantificar algo muy específico –como el efecto de cierto medicamento-, que algo tan complejo como la pobreza. No obstante, otros creen que son una bendición, esto es, una oportunidad para repensar y reagrupar a medida que las microfinanzas avanzan hacia una siguiente etapa.
Aunque sus resultados sean inconcluyentes, estos últimos estudios “marcan un hito” en las investigaciones sobre microfinanzas, sostiene David Roodman, investigador del Center for Global Development. Roodman, que admite que “ha dedicado demasiado tiempo a criticar estudios” sobre el impacto de las microfinanzas, afirma estar “casi universalmente desconvencido” de los casos de estudio del pasado. En junio de 2009 Roodman publicaba un documento de trabajo realizado junto con el profesor de la Universidad de Nueva York Jonathan Morduch titulado “The Impact of Microcredit on the Poor in Bangladesh: Revisiting the Evidence” (“El impacto de los microcréditos en los pobres de Bangladesh: revisión de la evidencia”). Dicho documento parece poner en duda una de las frases más citadas en el ámbito de las microfinanzas; los informes de campo realizados en Bangladesh en los 90 que el fundador del Banco Grameen y ganador del Premio Nobel de la Paz Muhammad Yunos a menudo señala como prueba de que el 5% de los clientes del banco consiguen salir de la pobreza cada año.
Roodman insiste en que él no es escéptico con las microfinanzas en sí, pero cree que los datos empleados hasta el momento no han demostrado de forma concluyente ningún beneficio. “El problema real es que estos datos no responden a lo que queremos responder”, dice. “Mi postura siempre ha sido demuestrámelo. Pero utilizando un método clínico aleatoriamente controlado, considerado “el patrón oro en las pruebas clínicas de medicamentos”, según Roodman los nuevos estudios ofrecen los datos más creíbles con los que han contado las microfinanzas hasta el momento. “Una revolución intelectual ha llegado a las puertas de las microfinanzas”.
Una pregunta sin respuesta fácil es a qué objetivos sirven estos nuevos datos. El profesor de Gestión de la Escuela de Negocios de Harvard Michael Chu, experto en microfinanzas y expresidente y consejero delegado de Accion, señala que la salud, la educación, las finanzas y la pobreza están a menudo estrechamente vinculadas. Un microcrédito podría, por ejemplo, ayudar a una familia a empezar un negocio, pero si un miembro de la familia de repente se pone enfermo, el prestatario podría ser incapaz de mantener el negocio en marcha y posiblemente se acabe dedicando todo el dinero de la familia a sanidad.
En opinión de Chu, emplear pruebas clínicas aleatoriamente controladas para comprobar algo muy exacto –como la efectividad del capital-, podría ser útil. No obstante, Chu cuestiona si es necesaria tanta precisión. “¿Qué estamos intentando hacer? ¿Estamos intentando lograr la precisión de los académicos ó de los responsables de la toma de decisiones? Para ciertos académicos podría tener sentido ver si el impacto de X fue del 53 o del 57%. Pero para los responsables de la toma de decisiones, si hay alguien en el gobierno intentando luchar contra la pobreza, alguien en el campo de batalla gestionando las instituciones financieras o alguien en organizaciones filantrópicas intentando decidir hacia dónde dirigir los dólares, ese es otro nivel del proceso de toma de decisiones. En dicho caso a) debes actuar, y b) haz algo inteligente. ¿Qué nivel de precisión necesitas? Estamos hablando de pobreza. Se trata de algo urgente. Obviamente puedes sentarte a un lado esperar los resultados de todas esas pruebas, pero si necesitas toda esa precisión para entrar en acción nunca vas a estar en la vanguardia de la acción social”.
Otros creen que las microfinanzas nunca han sido la fórmula mágica para aliviar la pobreza, y que el acceso financiero por sí mismo es suficiente objetivo. “El valor de las microfinanzas no debe medirse exclusivamente en términos de lucha contra la pobreza”, dice Eliza Erikson, que gestiona la cartera de microfinanzas de la Fundación Calvert, una entidad sin ánimo de lucro de Bethesda, Maryland, especializada en inversiones socialmente responsables. “Los beneficios de las microfinanzas no son exclusivamente la reducción de la pobreza, sino también ampliar el acceso a los servicios financieros, lo cual permite a la gente permanecer estable y no vivir de una forma tan precaria. Existe una línea muy tenue entre ser pobre y ser indigente”.
La mayoría de la gente que vive en la pobreza tiene una vida financieras extremadamente sofisticada, en parte porque sus ingresos fluctúan mucho de un día al otro, explica Morduch, el profesor de la Universidad de Nueva York, en su nuevo libro Portfolios of the Poor: How the World's Poor Live on $2 a Day (Carteras de los pobres: cómo los más pobres del planeta viven con dos dólares al día). En opinión de Morduch, tener acceso no sólo al crédito sino también al ahorro, seguros y envío de dinero proporciona beneficios a los pobres al ayudarles a estabilizar sus vidas. Una cuenta de ahorro o una póliza de seguro tal vez no saque a una persona de la pobreza, pero podría reducirle sus niveles de estrés y ayudarle a evitar una catástrofe financiera. Estos beneficios posiblemente no aparezcan en los resultados de las pruebas clínicas aleatoriamente controladas, sin embargo el libro muestra que la gente está buscando el modo de gestionar mejor sus recursos, no necesariamente para que sus negocios prosperen, sino para sortear los vaivenes”, explica Morduch. “Están buscando cosas que ese tipo de estudios no suelen registrar”.
Otros creen que se necesitan más estudios sobre los diferentes tipos de microfinanzas y cómo pueden emplearse en conjunción con otros programas. “Las microfinanzas son solamente una de las herramientas”, dice Donna Katzin, directora ejecutiva de Shared Interest, una entidad sin ánimo de lucro con sede en Nueva York que facilita microcréditos en Suráfrica. “Es una herramienta mucho más productiva si se combina con otras estrategias para generar capital social así como capital financiero”. Por ejemplo, los programas de microfinanzas pueden ir acompañados con programas educativos o de salud para lograr mayores beneficios sociales que si se centran sólo en los negocios, añade. “Los estudios realmente serán útiles para nosotros cuando nos ayuden a discernir qué estrategias microfinancieras tienen el mayor impacto”.
El profesor de Empresa y Políticas Públicas de Wharton Santosh Anagol espera contribuir a estas investigaciones realizando un estudio que pueda responder dichas cuestiones. Anagol está preparando una prueba clínica aleatoriamente controlada en Uttar Pradesh, una provincia del norte de la India, para estudiar unas 70 aldeas rurales divididas en tres grupos. Un grupo tendrá acceso a los microcréditos, principalmente a través de un trabajador de una institución microfinanciera con ánimo de lucro que visitará las aldeas regularmente. El segundo grupo recibirá microcréditos así como algún tipo de programa de formación centrado en las mujeres, posiblemente un programa de alfabetización, de salud o de potenciación. El tercer grupo no tendrá acceso a nada.
Anagol espera que el estudio no sólo proporcione resultados sobre el impacto de las microfinanzas sobre la pobreza, sino también sobre la potenciación de género. “Una de las cosas sobre las que piensan tanto los que se dedican a temas humanitarios como los académicos es ¿Existe algún modo de aprovechar las microfinanzas para promover otro tipo de servicios?”. El proyecto aún está en sus etapas iniciales y probablemente tendrán que pasar tres años hasta completarse. “Esa es una de las debilidades de estas evaluaciones aleatoriamente controladas. Necesitan mucho tiempo y recursos”.
Katie Torrington, que facilita estudios sobre el impacto de las microfinanzas sobre los clientes para FINCA International, con sede en Washington D.C., no puede esperar a que esta nueva oleada de investigaciones vean la luz. En su opinión, probablemente sea el momento adecuado para que el sector se detenga y adopte un nuevo enfoque para evaluar su trabajo tras años de rápido crecimiento. En los 80 una simple historia de éxito era suficiente para el sector; en los 90 la atención se volvió hacia el perfeccionamiento de los estándares de resultados financieros. El paso lógico que viene a continuación son los resultados sociales. “Ahora, a medida que el sector madura, también estamos perfeccionando nuestros procesos de evaluación”, explica. “Este es el punto de partida y debemos replicar estudios como estos en más sitios… Cada diez años hay que dejar de hacer las cosas como viene siendo habitual y preguntarse ¿Qué cosas son diferentes ahora? No lo veamos con temor. Es una oportunidad”.
(Publicado el Martes, 12 de Enero de 2010 - Noticias Mercosur )

Ahora dos estudios han despertado dudas sobre algunas creencias durante largo tiempo consideradas prácticamente hechos. Estos estudios –que emplearon metodologías clínicas aleatoriamente controladas-, efectivamente han demostrado que los microcréditos ayudan a los emprendedores con pocos recursos a incrementar los beneficios de sus negocios. Sin embargo, sus resultados muestran un escaso impacto de los microcréditos sobre la salud, la educación, el consumo medio, los procesos de toma de decisiones de las mujeres o el grado de bienestar manifestado.

Estos inesperados resultados, que rápidamente captaron la atención de The Economist y otros medios de comunicación, crearon una gran conmoción entre la comunidad. “No captan lo que consideramos es el impacto o dimensiones reales de las microfinanzas; a veces es necesario que pasen varios años antes de que se manifiesten”, afirma Bruce MacDonald, vicepresidente senior de comunicaciones de Acción International, una entidad sin ánimo de lucro con sede en Boston envuelta en el mundo de las microfinanzas desde 1973. “No estamos en absoluto de acuerdo con la idea de que las microfinanzas no tienen un impacto sobre la pobreza; llevamos viendo su impacto los últimos 30 años”.

Uno de los problemas con las investigaciones previas, responden los críticos de las microfinanzas, es la autoselección, esto es, los estudios únicamente entrevistan a los clientes que pidieron un préstamo y les fue concedido. Los nuevos estudios difieren de los previos en que intentan cuantificar el impacto de las microfinanzas comparando dos grupos: los que pudieron acceder a los microcréditos frente a los que no.

En el primer estudio, los investigadores del MIT (Massachusetts Institute of Technology) trabajaron con una entidad que concedía midrocréditos en la India y analizaron 104 barriadas de Hyderabad. La mitad de esas barriadas fueron seleccionadas aleatoriamente para recibir créditos y la otra mitad no. Pasado cierto tiempo –entre quince y dieciocho meses más tarde-, los investigadores entrevistaron 6.850 hogares de la comunidad –unos 65 por barriada-, para intentar captar algún cambio en el bienestar económico y personal.

El segundo estudio, realizado por Dean Karlan, de la Universidad de Yale, y Jonathan Zinman, de Dartmouth College, empleó un método similar para analizar las microfinanzas en Filipinas, pero en lugar de estudiar a las comunidades se centraron en los individuos: 1.601 solicitantes de Manila. A la mitad le ofrecieron aleatoriamente un préstamo; a la otra mitad se les denegó. Los investigadores investigaron el grupo de muestra entre once y veintidós meses más tarde para ver si algo había cambiado. En ambos casos los resultados fueron ambiguos.

“Aunque los microcréditos tienen éxito a la hora de modificar el gasto del hogar y crear o ampliar una empresa, sin embargo no parecen tener un efecto perceptible sobre la educación, la salud o sobre la potenciación de las mujeres”, se puede leer en el estudio sobre la India. “Obviamente, después de un largo periodo de tiempo, cuando el impacto de la inversión probablemente se haya traducido en un mayor gasto total para la mayoría de los hogares, será muy posible observar el impacto sobre la educación, la salud o la potenciación de las mujeres No obstante, al menos en el corto plazo (entre quince y dieciocho meses), el microcrédito no parece ser la receta para cambiar el nivel educativo, de salud o las decisiones de las mujeres. Así, los microcréditos tal vez no sean una receta milagrosa, pero permiten a los hogares pedir prestado, invertir y crear ó ampliar las empresas”.

Alex Counts, presidente de la Fundación Grameen en Estados Unidos, con sede en Washington D.C., considera que estos estudios son “preliminares” y cree que el marco temporal es demasiado limitado como para ser significativo. Counts advierte que no se debería generalizar sobre las microfinanzas en base únicamente de dos estudios, ya que los entornos entre países pueden ser diferentes. En su opinión, una mejor medida sería la investigación encargada en 2005 por su organización, en donde se analizaron los principales noventa estudios sobre el impacto de las microfinanzas y se concluía que su impacto era positivo. Counts también cuestiona los resultados de Manila con motivo de la entidad prestataria involucrada. “Estudiaron una institución financiera cuya práctica en Filipinas no se puede considerar de modo alguno típica”, dice Counts.

Para aquellos especialistas de las microfinanzas especializados en la potenciación del papel de la mujer, los resultados de estos estudios fueron particularmente sorprendentes. El estudio de la India no encontró impacto alguno sobre las tomas de decisiones de las mujeres, mientras los resultados del estudio sobre Manila mostraban evidencia de que los microcréditos ayudaban más a los hombres que a las mujeres.
“Me sorprendió, pero también me dio la sensación de que estaba dejando algo fuera”, dice Mary Ellen Iskendarian, presidenta y consejera delegada de Women’s World Banking. Esta institución con sede en Nueva York, que lleva funcionando desde hace treinta años y trabaja con cuarenta instituciones microfinancieras de veintiocho países, tiene “datos sólidos” de numerosos estudios alrededor del mundo que muestran que las mujeres a las que conceden microcréditos experimentan una disminución de la violencia doméstica. La potenciación de las mujeres es “infinitamente más difícil de cuantificar pero todo cambio observado es tan importante como los efectos económicos”, dice Iskendarion añadiendo que este factor de género aparece en muchos estudios. “Está confirmado por los datos, así como al hablar con las propias mujeres”.

Efectivamente, según muchas personas tal vez no sea práctico –o incluso posible-, cuantificar la reducción de la pobreza o cambios sociales profundos con pruebas controladas aleatorias. Las microfinanzas son demasiado complejas, sus programas demasiado variados. Los préstamos son de diferentes cuantías para diferentes tipos de negocios, y los pueblos y las familias nunca son exactamente iguales. A medida que las microfinanzas crecen y se expanden es mucho más complicado aislar a un “grupo de control”, en especial en las áreas urbanas porque las comunidades que no tienen acceso a una institución microfinanciera podrían tener acceso a otra. Iskendarian recuerda una tentativa de estudio que tuvo que rectificarse de nuevo cuando los investigadores descubrieron que las mujeres en el grupo de control (el pueblo al que no se concedió el microcrédito), estaba enviando secretamente a sus hijas a solicitar créditos al pueblo de al lado, donde sí estaban disponibles.

A pesar de la controversia sobre la metodología empleada, los dos estudios reflejan un interés reciente en el sector de las microfinanzas para una mejor cuantificación de los resultados sociales, dice el profesor de Gestión de Wharton Keith Weigelt. En los últimos años, a medida que un creciente número de instituciones crediticias con ánimo de lucro se introducían en un mercado dominado previamente por agencias humanitarias y sin ánimo de lucro, a los profesionales experimentados les preocupa que las microfinanzas se hayan desviado de su misión original de desarrollo social.

Mientras, en los últimos años las instituciones microfinancieras y sus donantes han aumentado sus esfuerzos para mejorar la transparencia y las evaluaciones de impacto. La Fundación Grameen y el Grupo Consultivo de Ayuda a la Población Pobre (CGAP, Consultative Group to Assist the Poor), el brazo investigador en temas de microfinanzas del Banco Mundial, encargó el desarrollo del índice para salir de la pobreza (PPI, Progress out of Poverty Index), para ayudar a las instituciones financieras a cuantificar el impacto social. En 2008 la Fundación MasterCard, un importante donante en las microfinanzas, concedía 740.000 dólares al Microfinance Information eXcchange (MIX) para ayudar a lanzar una plataforma web para estudiar los resultados. Otros importantes donantes como la Fundación Bill and Melinda Gates han financiado un creciente número de estudios sobre las microfinanzas. “Un aumento de los estudios sobre microfinanzas implica una evolución del sector”, según Weigelt. Encontrar una medida precisa del impacto social es “el santo grial”.

Rachel Glennerster, director ejecutivo del laboratorio Abdul Latif Jameel Poverty Action en el MIT y coautor del estudio sobre la India, cree que su trabajo ha atraído mucha atención en la prensa porque ha cubierto un vacío en las investigaciones sobre microfinanzas. “Hay muchas preguntas en el aire: ¿funciona? ¿qué se logra realmente? Y simplemente no había evidencia suficiente para contestar a dichas cuestiones”, explicaba Glennerster. “Así pues cubres un vacío. Respondes a una pregunta para la que la gente quiere desesperadamente respuesta”.

La mayoría de los profesionales relacionados con las microfinanzas dan la bienvenida a los datos y están ansiosos por que se realicen más estudios. No obstante, no todos están de acuerdo en cómo y qué se debería cuantificar a continuación. Algunos recuerdan que siempre han sido conscientes de las limitaciones de las microfinanzas y que nunca creyeron que fueran a hacer milagros. Así, sostienen que treinta años de informes suponen un sólido apoyo a los beneficios sociales de las microfinanzas; no deberían rechazarse debido a dos únicos estudios. Otros creen que estos nuevos estudios presentan algunas carencias: el marco temporal es demasiado corto, el alcance demasiado limitado y las pruebas clínicas aleatoriamente controladas son más adecuadas para cuantificar algo muy específico –como el efecto de cierto medicamento-, que algo tan complejo como la pobreza. No obstante, otros creen que son una bendición, esto es, una oportunidad para repensar y reagrupar a medida que las microfinanzas avanzan hacia una siguiente etapa.

Aunque sus resultados sean inconcluyentes, estos últimos estudios “marcan un hito” en las investigaciones sobre microfinanzas, sostiene David Roodman, investigador del Center for Global Development. Roodman, que admite que “ha dedicado demasiado tiempo a criticar estudios” sobre el impacto de las microfinanzas, afirma estar “casi universalmente desconvencido” de los casos de estudio del pasado. En junio de 2009 Roodman publicaba un documento de trabajo realizado junto con el profesor de la Universidad de Nueva York Jonathan Morduch titulado “The Impact of Microcredit on the Poor in Bangladesh: Revisiting the Evidence” (“El impacto de los microcréditos en los pobres de Bangladesh: revisión de la evidencia”). Dicho documento parece poner en duda una de las frases más citadas en el ámbito de las microfinanzas; los informes de campo realizados en Bangladesh en los 90 que el fundador del Banco Grameen y ganador del Premio Nobel de la Paz Muhammad Yunos a menudo señala como prueba de que el 5% de los clientes del banco consiguen salir de la pobreza cada año.

Roodman insiste en que él no es escéptico con las microfinanzas en sí, pero cree que los datos empleados hasta el momento no han demostrado de forma concluyente ningún beneficio. “El problema real es que estos datos no responden a lo que queremos responder”, dice. “Mi postura siempre ha sido demuestrámelo. Pero utilizando un método clínico aleatoriamente controlado, considerado “el patrón oro en las pruebas clínicas de medicamentos”, según Roodman los nuevos estudios ofrecen los datos más creíbles con los que han contado las microfinanzas hasta el momento. “Una revolución intelectual ha llegado a las puertas de las microfinanzas”.
Una pregunta sin respuesta fácil es a qué objetivos sirven estos nuevos datos. El profesor de Gestión de la Escuela de Negocios de Harvard Michael Chu, experto en microfinanzas y expresidente y consejero delegado de Accion, señala que la salud, la educación, las finanzas y la pobreza están a menudo estrechamente vinculadas. Un microcrédito podría, por ejemplo, ayudar a una familia a empezar un negocio, pero si un miembro de la familia de repente se pone enfermo, el prestatario podría ser incapaz de mantener el negocio en marcha y posiblemente se acabe dedicando todo el dinero de la familia a sanidad.

En opinión de Chu, emplear pruebas clínicas aleatoriamente controladas para comprobar algo muy exacto –como la efectividad del capital-, podría ser útil. No obstante, Chu cuestiona si es necesaria tanta precisión. “¿Qué estamos intentando hacer? ¿Estamos intentando lograr la precisión de los académicos ó de los responsables de la toma de decisiones? Para ciertos académicos podría tener sentido ver si el impacto de X fue del 53 o del 57%. Pero para los responsables de la toma de decisiones, si hay alguien en el gobierno intentando luchar contra la pobreza, alguien en el campo de batalla gestionando las instituciones financieras o alguien en organizaciones filantrópicas intentando decidir hacia dónde dirigir los dólares, ese es otro nivel del proceso de toma de decisiones. En dicho caso a) debes actuar, y b) haz algo inteligente. ¿Qué nivel de precisión necesitas? Estamos hablando de pobreza. Se trata de algo urgente. Obviamente puedes sentarte a un lado esperar los resultados de todas esas pruebas, pero si necesitas toda esa precisión para entrar en acción nunca vas a estar en la vanguardia de la acción social”.

Otros creen que las microfinanzas nunca han sido la fórmula mágica para aliviar la pobreza, y que el acceso financiero por sí mismo es suficiente objetivo. “El valor de las microfinanzas no debe medirse exclusivamente en términos de lucha contra la pobreza”, dice Eliza Erikson, que gestiona la cartera de microfinanzas de la Fundación Calvert, una entidad sin ánimo de lucro de Bethesda, Maryland, especializada en inversiones socialmente responsables. “Los beneficios de las microfinanzas no son exclusivamente la reducción de la pobreza, sino también ampliar el acceso a los servicios financieros, lo cual permite a la gente permanecer estable y no vivir de una forma tan precaria. Existe una línea muy tenue entre ser pobre y ser indigente”.

La mayoría de la gente que vive en la pobreza tiene una vida financieras extremadamente sofisticada, en parte porque sus ingresos fluctúan mucho de un día al otro, explica Morduch, el profesor de la Universidad de Nueva York, en su nuevo libro Portfolios of the Poor: How the World's Poor Live on $2 a Day (Carteras de los pobres: cómo los más pobres del planeta viven con dos dólares al día). En opinión de Morduch, tener acceso no sólo al crédito sino también al ahorro, seguros y envío de dinero proporciona beneficios a los pobres al ayudarles a estabilizar sus vidas. Una cuenta de ahorro o una póliza de seguro tal vez no saque a una persona de la pobreza, pero podría reducirle sus niveles de estrés y ayudarle a evitar una catástrofe financiera. Estos beneficios posiblemente no aparezcan en los resultados de las pruebas clínicas aleatoriamente controladas, sin embargo el libro muestra que la gente está buscando el modo de gestionar mejor sus recursos, no necesariamente para que sus negocios prosperen, sino para sortear los vaivenes”, explica Morduch. “Están buscando cosas que ese tipo de estudios no suelen registrar”.

Otros creen que se necesitan más estudios sobre los diferentes tipos de microfinanzas y cómo pueden emplearse en conjunción con otros programas. “Las microfinanzas son solamente una de las herramientas”, dice Donna Katzin, directora ejecutiva de Shared Interest, una entidad sin ánimo de lucro con sede en Nueva York que facilita microcréditos en Suráfrica. “Es una herramienta mucho más productiva si se combina con otras estrategias para generar capital social así como capital financiero”. Por ejemplo, los programas de microfinanzas pueden ir acompañados con programas educativos o de salud para lograr mayores beneficios sociales que si se centran sólo en los negocios, añade. “Los estudios realmente serán útiles para nosotros cuando nos ayuden a discernir qué estrategias microfinancieras tienen el mayor impacto”.

El profesor de Empresa y Políticas Públicas de Wharton Santosh Anagol espera contribuir a estas investigaciones realizando un estudio que pueda responder dichas cuestiones. Anagol está preparando una prueba clínica aleatoriamente controlada en Uttar Pradesh, una provincia del norte de la India, para estudiar unas 70 aldeas rurales divididas en tres grupos. Un grupo tendrá acceso a los microcréditos, principalmente a través de un trabajador de una institución microfinanciera con ánimo de lucro que visitará las aldeas regularmente. El segundo grupo recibirá microcréditos así como algún tipo de programa de formación centrado en las mujeres, posiblemente un programa de alfabetización, de salud o de potenciación. El tercer grupo no tendrá acceso a nada.
Anagol espera que el estudio no sólo proporcione resultados sobre el impacto de las microfinanzas sobre la pobreza, sino también sobre la potenciación de género. “Una de las cosas sobre las que piensan tanto los que se dedican a temas humanitarios como los académicos es ¿Existe algún modo de aprovechar las microfinanzas para promover otro tipo de servicios?”. El proyecto aún está en sus etapas iniciales y probablemente tendrán que pasar tres años hasta completarse. “Esa es una de las debilidades de estas evaluaciones aleatoriamente controladas. Necesitan mucho tiempo y recursos”.
Katie Torrington, que facilita estudios sobre el impacto de las microfinanzas sobre los clientes para FINCA International, con sede en Washington D.C., no puede esperar a que esta nueva oleada de investigaciones vean la luz. En su opinión, probablemente sea el momento adecuado para que el sector se detenga y adopte un nuevo enfoque para evaluar su trabajo tras años de rápido crecimiento. En los 80 una simple historia de éxito era suficiente para el sector; en los 90 la atención se volvió hacia el perfeccionamiento de los estándares de resultados financieros. El paso lógico que viene a continuación son los resultados sociales. “Ahora, a medida que el sector madura, también estamos perfeccionando nuestros procesos de evaluación”, explica. “Este es el punto de partida y debemos replicar estudios como estos en más sitios… Cada diez años hay que dejar de hacer las cosas como viene siendo habitual y preguntarse ¿Qué cosas son diferentes ahora? No lo veamos con temor. Es una oportunidad”.
(Publicado el Martes, 12 de Enero de 2010 - Noticias Mercosur )