Trabajadoras con jornada reducida por maternidad denuncian que se las acusa de ladronas para despedirlas

28.06.2011 | Destacadas

La madurez y ser madre cuentan a la baja en Zara. Varias dependientas y cajeras que trabajaban en la empresa cabecera del imperio Inditex –70.000 trabajadores repartidos en todo el mundo, 82 por ciento de mujeres, con una media de 26 años– han sido despedidas tras tener hijos y pedir las reducciones de jornada que prevé la ley de conciliación. Para declarar la procedencia de los despidos, la empresa argumenta presuntos hurtos, que en muchos casos se demuestran falsos en los tribunales. Araceli López, presidenta del comité de Empresa de Zara Madrid, por Comisiones Obreras (CC OO), asegura que a las trabajadoras que tienen hijos y piden jornadas reducidas se las margina: “Se sienten aisladas del resto de compañeras y suelen ser destinadas a almacenes o probadores. Algunas sufren presiones para trabajar alguna tarde y sábados. Además, les piden un certificado con los horarios de trabajo de su pareja. Se lo hemos dicho muchas veces a la empresa, pero no cambian”. CC OO denunció a Zara en 2006, “y se logró contrato indefinido para 400 trabajadores. Hemos repetido la denuncia en diciembre de 2009 por contratación en fraude de ley y estamos a la espera”, explica Araceli López.


 

El drama suele comenzar cuando ellas regresan a su puesto de trabajo tras disfrutar la baja maternal. Un día, al salir del trabajo, se ven señaladas. Así lo cuenta Mara Antón, de 31 años, que comenzó trabajando en la tienda de Zara en la calle Carretas, de Madrid, en 1999. Su batalla comenzó en 2005, cuando nació su hijo. Entonces pidió reducción de jornada. “No hacía sábados –explica Mara Antón– ni domingos, ni me quedaba a los inventarios. Estaba en la sección de infantil, pero tuve una depresión posparto bestial y me pedí tres meses de excedencia. Después, le propuse a mi encargada que me echasen, porque yo tenía el agobio del niño. Renunciaba a la indemnización pero quería cobrar el paro. Me contestaron que no era la política de la empresa”.
La dependienta permaneció nueve meses de baja por depresión. Cuando regresó, hizo un turno normal de 40 horas semanales. Meses después pidió traslado al centro comercial Islazul, en el barrio de Carabanchel (Madrid), porque estaba cerca de su domicilio. “Allí comencé el turno de 24 horas en la sección de señora”. Hasta que, un día, a la salida, el disgusto: “Me retienen en la tienda la encargada y el guarda jurado. Normalmente enseñábamos las bolsas a la encargada, pero ese día me dicen que las normas han cambiado y hay que enseñárselas al guarda también. Yo llevaba una camisa en una bolsa, que me había regalado una amiga. La encargada me dice que la he robado. Le digo que es un regalo y entonces me notifican, en ese mismo momento por carta, que me suspenden de empleo hasta el día 9 de junio”. Luego fue despedida.
Las madres con guardia legal de los hijos menores de ocho años solo pueden ser despedidas por asuntos disciplinarios, como una agresión o un robo, ya que la ley las protege; es decir, con un despido procedente. Mara Antón tuvo que demandar a Zara y durante el juicio aportó el justificante de compra de la camisa, que había sido adquirida en otro centro comercial. “Me reincorporaron, pero claro, la situación no era muy agradable. Me trasladaron a probadores, con la encargada sentada a mi lado, y el primer día me encuentro con que han alarmado tres veces las prendas. Pedí mis vacaciones y me las tomé, con tanta mala suerte que me caigo y me hago polvo el hombro y el brazo, y ahora llevo tres meses de baja”, añade. 
A Sonia Arenas, de 34 años, la despidieron del Zara del centro Max Center, de Baracaldo (Vizcaya), porque encontraron los zapatos de una compañera en su taquilla y la acusaron de robo. Fue madre en el 2005 y su periplo judicial comenzó en diciembre de 2008, durante el que ha perdido en dos ocasiones, aunque ha apelado ante el Tribunal Supremo. Sonia es concluyente cuando argumenta que “necesitaban justificar un despido procedente porque al ser madre no te pueden echar y tienen que buscar algo grave, como un hurto”. Esta dependienta cuenta que cuando intentó pedir reducción de jornada, empezaron sus problemas: “Llevaba cuatro años con reducción de jornada y los últimos tres con mucha presión. A los seis meses me quisieron cambiar días, de sección e incluso de tiendas. Como me negaba, no podía hablar por teléfono, no podía ir al baño y los encargados estaban siempre pendientes de mí”. Sus temores se materializaron un día: “Aparece la encargada con un enlace sindical para hacer revisión de taquillas, les abro la mía y me encuentro una bolsa que no me pertenece, con los zapatos de una compañera, que ella llevaba para devolver. En vez de preguntarme a mí o a otras compañeras, llaman a la encargada y al enlace sindical”. Sonia receló: “La encargada tiene otro juego de llaves. Durante el juicio, esta chica y ocho testigos fueron a declarar a favor de la empresa, aunque alguno ni estaba en la tienda aquel día”. La joven asegura: “Mi pelea no es ya por la indemnización, que es lo de menos, sino por demostrar que yo no he robado nada a nadie”.
No sería la primera vez que Zara perdiese un juicio por este motivo. El 16 de marzo de 2009 un juzgado de Madrid sentenció a favor de María Isabel González, de 29 años, que era encargada de la caja central en el Zara del Centro Comercial Tres Aguas (Alcorcón, Madrid). Según la demanda, en diciembre de 2008 ella fue despedida y la empresa la acusó de haberse apropiado de 477 euros en metálico. La empresa aportó incluso unas grabaciones de vídeo, pero el juez decidió que no realizaba nada ilegal. Al final, el juzgado declaró su despido improcedente y condenó a Zara a readmitir a la joven o “el abono de una indemnización de 8.567 euros y en todo caso de los salarios dejados de percibir desde la fecha de despido”. Explica Isabel: “Todo comenzó cuando empecé a hablar de ser madre en poco tiempo y, sobre todo, al llevarme bien con la chica del comité de empresa”. La cajera argumenta: “La sentencia deja claro que no he robado, pero esto te afecta, y mucho, porque te meten con cinco personas en una habitación y te dicen que tienes que firmar tu despido porque has robado de la caja. Me dio un ataque de ansiedad y no firmé nada”.
Nuria Sánchez-Mateos, de 36 años y cajera de Zara, con un hijo de seis años, tenía reducción de jornada en el Parque Corredor (Torrejón de Ardoz, Madrid). Llevaba 12 años en Zara y en 2008 pidió una excedencia de 14 meses para estudiar por su cuenta Comercio Electrónico y Marketing. “Cuando les pedí reincorporarme, me daban puestos de fin de semana y un contrato eventual de un par de meses, lo que supondría la pérdida de todos los derechos adquiridos. Les he demandado”. Antes de entrar a juicio, el pasado día 15, esta trabajadora y la empresa llegaron a un acuerdo por el que le pagarán 45 días por cada años trabajado.
María Ángeles Cuéllar tiene 30 años y una hija de dos. Era cajera central en el Zara de la calle Serrano, de Madrid. Tras dar a luz siguió trabajando 40 horas semanales. Pero en enero de 2009 solicitó la reducción a 36 que le concede la ley. Demandó a Zara y antes del juicio también llegó a un acuerdo: “Me dieron a elegir cualquier tienda, menos la de Serrano. Así que elegí la de Goya, pero mi sorpresa fue ver que ya había una cajera, así que me pusieron de dependienta”. Ella considera que “o eres fuerte, o te afecta”.
“Las trabajadoras que son madres –explican en CC OO–, además de veteranas, suelen ser las mejores vendedoras: hacen los camiones por las mañanas, colocan los almacenes… Es el colectivo que más reclama sus derechos, mientras el resto callan, por desconocimiento o por miedo”.
(Reportaje por: Luis Miguel MONTERO para Revista Interviú)

El drama suele comenzar cuando ellas regresan a su puesto de trabajo tras disfrutar la baja maternal. Un día, al salir del trabajo, se ven señaladas. Así lo cuenta Mara Antón, de 31 años, que comenzó trabajando en la tienda de Zara en la calle Carretas, de Madrid, en 1999. Su batalla comenzó en 2005, cuando nació su hijo. Entonces pidió reducción de jornada. “No hacía sábados –explica Mara Antón– ni domingos, ni me quedaba a los inventarios. Estaba en la sección de infantil, pero tuve una depresión posparto bestial y me pedí tres meses de excedencia. Después, le propuse a mi encargada que me echasen, porque yo tenía el agobio del niño. Renunciaba a la indemnización pero quería cobrar el paro. Me contestaron que no era la política de la empresa”.

La dependienta permaneció nueve meses de baja por depresión. Cuando regresó, hizo un turno normal de 40 horas semanales. Meses después pidió traslado al centro comercial Islazul, en el barrio de Carabanchel (Madrid), porque estaba cerca de su domicilio. “Allí comencé el turno de 24 horas en la sección de señora”. Hasta que, un día, a la salida, el disgusto: “Me retienen en la tienda la encargada y el guarda jurado. Normalmente enseñábamos las bolsas a la encargada, pero ese día me dicen que las normas han cambiado y hay que enseñárselas al guarda también. Yo llevaba una camisa en una bolsa, que me había regalado una amiga. La encargada me dice que la he robado. Le digo que es un regalo y entonces me notifican, en ese mismo momento por carta, que me suspenden de empleo hasta el día 9 de junio”. Luego fue despedida.

Las madres con guardia legal de los hijos menores de ocho años solo pueden ser despedidas por asuntos disciplinarios, como una agresión o un robo, ya que la ley las protege; es decir, con un despido procedente. Mara Antón tuvo que demandar a Zara y durante el juicio aportó el justificante de compra de la camisa, que había sido adquirida en otro centro comercial. “Me reincorporaron, pero claro, la situación no era muy agradable. Me trasladaron a probadores, con la encargada sentada a mi lado, y el primer día me encuentro con que han alarmado tres veces las prendas. Pedí mis vacaciones y me las tomé, con tanta mala suerte que me caigo y me hago polvo el hombro y el brazo, y ahora llevo tres meses de baja”, añade. 

A Sonia Arenas, de 34 años, la despidieron del Zara del centro Max Center, de Baracaldo (Vizcaya), porque encontraron los zapatos de una compañera en su taquilla y la acusaron de robo. Fue madre en el 2005 y su periplo judicial comenzó en diciembre de 2008, durante el que ha perdido en dos ocasiones, aunque ha apelado ante el Tribunal Supremo. Sonia es concluyente cuando argumenta que “necesitaban justificar un despido procedente porque al ser madre no te pueden echar y tienen que buscar algo grave, como un hurto”. Esta dependienta cuenta que cuando intentó pedir reducción de jornada, empezaron sus problemas: “Llevaba cuatro años con reducción de jornada y los últimos tres con mucha presión. A los seis meses me quisieron cambiar días, de sección e incluso de tiendas.

Como me negaba, no podía hablar por teléfono, no podía ir al baño y los encargados estaban siempre pendientes de mí”. Sus temores se materializaron un día: “Aparece la encargada con un enlace sindical para hacer revisión de taquillas, les abro la mía y me encuentro una bolsa que no me pertenece, con los zapatos de una compañera, que ella llevaba para devolver. En vez de preguntarme a mí o a otras compañeras, llaman a la encargada y al enlace sindical”. Sonia receló: “La encargada tiene otro juego de llaves. Durante el juicio, esta chica y ocho testigos fueron a declarar a favor de la empresa, aunque alguno ni estaba en la tienda aquel día”. La joven asegura: “Mi pelea no es ya por la indemnización, que es lo de menos, sino por demostrar que yo no he robado nada a nadie”.

No sería la primera vez que Zara perdiese un juicio por este motivo. El 16 de marzo de 2009 un juzgado de Madrid sentenció a favor de María Isabel González, de 29 años, que era encargada de la caja central en el Zara del Centro Comercial Tres Aguas (Alcorcón, Madrid). Según la demanda, en diciembre de 2008 ella fue despedida y la empresa la acusó de haberse apropiado de 477 euros en metálico. La empresa aportó incluso unas grabaciones de vídeo, pero el juez decidió que no realizaba nada ilegal. Al final, el juzgado declaró su despido improcedente y condenó a Zara a readmitir a la joven o “el abono de una indemnización de 8.567 euros y en todo caso de los salarios dejados de percibir desde la fecha de despido”. Explica Isabel: “Todo comenzó cuando empecé a hablar de ser madre en poco tiempo y, sobre todo, al llevarme bien con la chica del comité de empresa”. La cajera argumenta: “La sentencia deja claro que no he robado, pero esto te afecta, y mucho, porque te meten con cinco personas en una habitación y te dicen que tienes que firmar tu despido porque has robado de la caja. Me dio un ataque de ansiedad y no firmé nada”.

Nuria Sánchez-Mateos, de 36 años y cajera de Zara, con un hijo de seis años, tenía reducción de jornada en el Parque Corredor (Torrejón de Ardoz, Madrid). Llevaba 12 años en Zara y en 2008 pidió una excedencia de 14 meses para estudiar por su cuenta Comercio Electrónico y Marketing. “Cuando les pedí reincorporarme, me daban puestos de fin de semana y un contrato eventual de un par de meses, lo que supondría la pérdida de todos los derechos adquiridos. Les he demandado”. Antes de entrar a juicio, el pasado día 15, esta trabajadora y la empresa llegaron a un acuerdo por el que le pagarán 45 días por cada años trabajado.
María Ángeles Cuéllar tiene 30 años y una hija de dos. Era cajera central en el Zara de la calle Serrano, de Madrid.

Tras dar a luz siguió trabajando 40 horas semanales. Pero en enero de 2009 solicitó la reducción a 36 que le concede la ley. Demandó a Zara y antes del juicio también llegó a un acuerdo: “Me dieron a elegir cualquier tienda, menos la de Serrano. Así que elegí la de Goya, pero mi sorpresa fue ver que ya había una cajera, así que me pusieron de dependienta”. Ella considera que “o eres fuerte, o te afecta”.
“Las trabajadoras que son madres –explican en CC OO–, además de veteranas, suelen ser las mejores vendedoras: hacen los camiones por las mañanas, colocan los almacenes… Es el colectivo que más reclama sus derechos, mientras el resto callan, por desconocimiento o por miedo”.
(Reportaje por: Luis Miguel MONTERO para Revista Interviú)