8 mitos sobre sostenibilidad y sector financiero

Antoni Balabriga
Director global de Negocio Responsable en BBVA
Estamos en un momento en el que podemos definir el futuro que queremos
31.07.2019 | Opinion

Como recientemente expresaba nuestro presidente, Carlos Torres Vila, “la humanidad nunca ha tenido tanta responsabilidad como ahora” frente a los desafíos sociales y medioambientales del planeta, remarcando además, que “el futuro de la banca es financiar el futuro, un futuro con mayúscula”. Estamos en un momento en el que podemos definir el futuro que queremos, y este gran mantra que es el desarrollo sostenible siempre ha estado sobre la mesa. Pero es desde 2015, con unos grandes hitos de la agenda en materia de sostenibilidad, cuando estos temas han pasado a ser globales, de verdadera relevancia y suponen un punto de inflexión en la industria.

Considero que hay cinco grandes fuerzas que están configurando este cambio, de carácter global, y que hacen de la sostenibilidad un tema nuclear en los modelos de negocio de algunos bancos. Dichas fuerzas tienen que ver con la agenda global, la evolución de mercado, la presión creciente por parte de los inversores, un rol activo -cada vez más importante- por parte de los reguladores y supervisores, y la tecnología como catalizador de este cambio.

Todo esto me lleva a reflexionar acerca de la necesidad de derribar ocho mitos que habitualmente, cuando hablamos sobre sostenibilidad y sector financiero, vienen enseguida a la cabeza.

1)

El primer mito es muy básico: “La agenda global, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y el Acuerdo de París, implican solo a los Estados”. La realidad es que todos los acuerdos-marco que se aprobaron en 2015 implican también a las empresas, al sector financiero, a la sociedad en su conjunto. De hecho, el Acuerdo de París recoge específicamente el rol que tiene que jugar el sector financiero, ya que debería conducir y destinar los flujos financieros y la financiación siguiendo criterios sostenibles. Una agenda que no solo es ambiental. Se ha hablado de que el cambio climático es el riesgo más urgente, pero también urge avanzar en una agenda de desarrollo social, de infraestructuras sostenibles, de inclusividad, etc. En definitiva, tenemos por delante un gran reto en el cumplimiento de los ODS.

2)

El segundo gran mito se ha basado en argumentar que “este reto requiere una gran transformación, que en cualquier caso es abordable, tal y como hemos hecho en otras ocasiones”. La realidad es que nunca antes nos habíamos enfrentado a un cambio de las dimensiones que tenemos por delante. Esta es la reflexión que tenemos que hacer todas las industrias, todas las empresas, los ciudadanos y, también, el sector financiero para estar preparados y adoptar una mentalidad diferente.
 

3)

El tercer mito recae en esa idea de que “la sostenibilidad es una notable oportunidad de negocio para las empresas que desarrollan su labor en temas relacionados con la energía y con la transición energética. Pero no es así, al menos exclusivamente. En 2017, un estudio de la Better World, Business & Sustainable Development Commission, realizado junto a Naciones Unidas, ya hizo una cuantificación de lo que supondrán los ODS para el mercado. Según este estudio, en 2030 se van a generar nuevos mercados, inexistentes hoy, por valor de 12 billones de dólares, en múltiples sectores como la movilidad, la economía circular, la salud, entre otros, además de la eficiencia energética y las energías renovables. Por tanto, lo que nos ocupa hoy es pensar cómo abordar esta transición, que va a llegar de forma transversal a los diferentes sectores, y que deben realizarla de una forma ordenada. El sector financiero se está movilizando, cada vez más. Pero todavía de forma insuficiente.

4)       

Ahí va: “el sector financiero se está activando en el ámbito de la sostenibilidad, pero sin estándares de referencia y con cierto riesgo de ‘greenwashing’”. Por contrastar esta idea, la realidad es que el propio mercado ha ido impulsando estándares de regulación como los ‘Green Bond Principles’, los ‘Social Bond Principales’ o los Principios de Préstamos vinculados a la Sostenibilidad, entre otros. Son estándares mejorables, sin duda, pero han permitido obtener un avance ordenado en el impulso de las finanzas sostenibles, que han crecido de una forma exponencial, tanto en la emisión de bonos verdes, como en los préstamos corporativos sostenibles. Sin embargo, es necesaria una regulación que permita definir mejor qué son las finanzas sostenibles, con el fin de impulsar el nivel de movilización a la escala necesaria.

“La sostenibilidad es rentable y hace que los inversores se interesen por ella”

5)
 

“Los inversores se interesan cada vez más por el desempeño de las empresas en sostenibilidad, pero todavía poco”. Ese sería el quinto mito. Es cierto que aún queda mucho por hacer, pero el interés está aumentando de una forma muy acelerada. Basta recordar las cartas anuales de BlackRock, en las que se apunta la necesidad de que las compañías se orienten a largo plazo a la transición hacia las finanzas sostenibles y la lucha contra el cambio climático. En  BBVA, percibimos que cada vez es más grande el interés del inversor por entender cómo la compañía puede integrar las oportunidades y riesgos en materia de sostenibilidad en sus modelos de negocio. Según el Global Sustainable Investment Review de 2018, la inversión sostenible ha crecido hasta 30 billones de dólares durante dicho año.
Cada vez hay más evidencias de la correlación positiva entre el desempeño en sostenibilidad de las compañías y su desempeño financiero. El meta-estudio de Oxford University y Arabesque Partners, basado en más de 200 estudios sobre la rentabilidad de la inversión responsable o aquella que sigue criterios ESG, concluyó que las compañías con mejor desempeño en sostenibilidad, tenían un menor coste de capital. La sostenibilidad es, de hecho rentable, y hace que los inversores se interesen por ella. Por eso, es especialmente relevante la iniciativa Task Force for Climate-related Financial Disclosures (TCFD), que incluye recomendaciones para que las compañías informen al mercado acerca de cómo combaten el cambio climático, qué estrategia siguen, cuál es su modelo de riesgos, y qué métricas utilizan.

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6)

“La regulación de las finanzas sostenibles no tiene un impacto relevante”. Un mito que se desmonta rápidamente al analizar el trabajo de la Comisión Europea con su Plan de Acción, que fijó una hoja de ruta muy ambiciosa el año pasado, con tres objetivos muy claros: reconducir el capital a inversiones sostenibles, incorporar la sostenibilidad en la gestión de riesgos, y la transparencia y el largoplacismo.

El gran cambio vendrá cuando se incorpore la sostenibilidad en soluciones para los clientes.

7)

Se dice (y van siete), que los riesgos vinculados a la sostenibilidad son eminentemente reputacionales. Algo que es, al menos, discutible.  Según la Network for Greening the Financial System (NFGS) -una red que engloba a bancos centrales y supervisores-, el cambio climático es una fuente de riesgo financiero, por lo que los reguladores lo están incorporando dentro de su ámbito de regulación. En ese sentido, la Comisión Europea ya ha emitido un mandato a la Autoridad Bancaria Europea (EBA, por sus siglas en inglés) a que evalúe cómo los bancos deberían abordar este reto. De hecho, previsiblemente a medio plazo, habrá un test de estrés vinculado al cambio climático. Queda mucho por desarrollar, pero, en definitiva, es destacable el grado de aceleración que están teniendo estas cuestiones.
 

8)
 

Por último, existe a mi juicio, un último mito: “los clientes no exigen estos cambios y no es una prioridad para ellos”. Sin embargo, el cambio mayúsculo no vendrá porque estemos financiando grandes compañías o facilitando emisiones de bonos verdes o sociales. El gran cambio vendrá cuando se incorpore la sostenibilidad en soluciones para los clientes, tanto para las grandes empresas, como para los particulares y las pymes. Las nuevas generaciones lo están exigiendo ya.

“Nuestra aspiración es que todos nuestros productos tengan una alternativa sostenible”

 

¿Qué estamos haciendo lo bancos? ¿Cómo estamos respondiendo a estos retos? BBVA, al igual que algunos otros grandes bancos internacionales, tiene una aproximación integral, no sólo táctica o puntual,  basada en nuestro caso, en el ‘Compromiso 2025’ que está constituido por tres pilares: financiar, gestionar e involucrar.

En el primer pilar (financiar), más allá de nuestro objetivo de movilizar 100.000 millones de euros en financiación sostenible entre 2018 y 2025, nuestra aspiración es que todos nuestros productos tengan una alternativa sostenible. Una aspiración que, tal y como confirmaba recientemente nuestro presidente, el banco espera alcanzar a lo largo de 2020 en los principales productos que ofrece en España. Los primeros ejemplos son el crédito verde promotor y el crédito para vehículos híbridos y eléctricos, dirigido a los clientes minoristas.

En el segundo pilar (gestionar), me gustaría compartir el gran reto que supone, no sólo para BBVA, sino también para el resto de bancos, desarrollar metodologías que permitan comprender mejor estos riesgos y poder gestionarlos adecuadamente. Aquí vemos la necesidad de trabajar con otra entidades e incluso con los supervisores. Nosotros estamos centrando nuestros esfuerzos en dos grandes iniciativas: la primera, impulsada por Naciones Unidas y otros 16 bancos, constituye un grupo piloto en el marco de la UNEP FI y las recomendaciones de la TCFD en riesgos de transición y en riesgos físicos. La segunda es el compromiso de Katowice junto a ING, BNP Paribas, Société Générale y Standard Chartered de alinear progresivamente nuestra actividad con el Acuerdo de París.

En el último pilar (involucrar), encontramos una iniciativa que es muy importante: los Principios de Banca Responsable. Unos Principios que definen el modo de hacer banca que queremos, donde resulta clave el compromiso de los signatarios. Firmar los principios supone un esfuerzo relevante para los bancos que se sumen porque, entre otras cosas, implica desarrollar soluciones para nuestros clientes, fijarse objetivos y medir cómo los estamos cumpliendo.

(Fuente: Banca Responsable BVVA)

 

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