Los europeos miran la huella de carbono de la carne argentina

17.06.2011 | Destacadas

La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) publicó un infome titulado “La larga sombra de la ganadería” (Livestock’s Long Shadow), que asegura que la actividad ganadera es la causante del 18% del total de las emisiones globales de gases de efecto invernadero y por lo tanto causa más daño que el transporte automotor. El 37% de todo el metano del globo y el 9% de dióxido de carbono lo emite la producción animal. A partir de entonces, los consumidores europeos parecen haber reaccionado y demandan que los productos en góndola cuenten con una “huella de carbono”, especie de etiqueta donde se consigna el gasto de energía y la emisión de gases de efecto invernadero que demandó producir el artículo en cuestión.


 

“Si ese mecanismo se impusiese, por ejemplo, a los bifes argentinos, ya no alcanzaría con la trazabilidad o el bienestar animal, sino que habría que medir la cantidad de gases que se emitieron en el proceso de criar el ganado, transportarlo, faenarlo y trasladarlo al otro lado del océano. En esas condiciones (sobre todo por el humo del flete transoceánico) seguramente las carnes del viejo mundo serán más amigables con el planeta que las pampeanas” sostiene con sorna el periodista Juan Manuel Fernández del El Litoral
“En esto hay algo que es verdadero: sí, la ganadería emite y sobre todo metano; pero también se mezcla con intereses privados y se transforman en barreras paraarancelarias en algunos casos. Así como el bienestar animal, son normas voluntarias pero se transforman en obligatorias porque si uno no las cumple no entra en el mercado”, sostuvo el ingeniero Daniel Iglesias, quien brindó el seminario “Calidad y Ambiente en la Cadena de la Carne Bovina” en los salones de la Sociedad Rural de Santa Fe. Aunque sea cierto que muchas veces este tipo de disposiciones apuntan a la calidad de la carne, “también tiene que ver con lobbies y barreras”.
Iglesias es coordinador del Proyecto Regional sobre Cadenas Agroalimentarias en el INTA Anguil (La Pampa) y también cuenta con el título de Master of Science en Range Economics de la Universidad de Colorado (EE.UU.). Su charla apuntó a toda la cadena de valor, ya que cada eslabón tendría que adaptarse a estos nuevos requerimientos en un futuro no muy lejano.
Estos “requisitos ambientales” a los que refirió el especialista, están siendo cada vez mayores en la Unión Europea. Inglaterra es uno de los más exigentes, pero también Alemania, Holanda y los países nórdicos, que representan los mejores mercados para las carnes argentinas. “Lo más problemático es que ellos hacen alguna trampita porque enfatizan la emisión y el costo de energía del transporte y nosotros tenemos más de 15.000 kilómetros para llevar alimentos a Europa”, sostuvo el especialista. A este concepto se los denomina “food miles” y se está popularizando en estos países “con el lobby de los productores locales”.
Australia y Nueva Zelanda ya se pusieron a armar la huella de carbono de algunas frutas y de cordero “y han demostrado que haciendo un análisis del ciclo de vida del producto, desde la provisión de insumo hasta que llega a la góndola en Europa, emiten menos que los europeos por ser sistemas menos intensificados”. También allí están avanzando en nuevas dietas para vacunos de feed lot que provoquen menos gases.
De todos modos, otros datos no dejan de hacer parecer bastante antojadiza la cuestión. Por ejemplo, el hecho de que los animales en Europa se alimentan con soja argentina significa que al analizar el ciclo de emisiones tendrían que tener en cuenta “desde el fertilizante que se utiliza hasta la maquinaria que se emplea, todo eso es emisión a la atmósfera”, señaló Iglesias en el trancurso del mismo seminario recogido por El Litoral
Según dijo el referente del INTA Anguil, “todavía no está hecha la huella de carbono de la cadena de la carne argentina”.
Tesco, una de las cadenas de supermercados que comercializan carne argentina en Inglaterra, comenzó a incorporar la Huella de Carbono en 20 artículos y pretende extenderlo a 100%. “Así, otras cadenas, para competir con Tesco, empiezan a utilizar la misma estrategia de márketing y ya se va a convertir en algo obligatorio para poder competir”, adelantó el ingeniero Daniel Iglesias.

“Si ese mecanismo se impusiese, por ejemplo, a los bifes argentinos, ya no alcanzaría con la trazabilidad o el bienestar animal, sino que habría que medir la cantidad de gases que se emitieron en el proceso de criar el ganado, transportarlo, faenarlo y trasladarlo al otro lado del océano. En esas condiciones (sobre todo por el humo del flete transoceánico) seguramente las carnes del viejo mundo serán más amigables con el planeta que las pampeanas” sostiene con sorna el periodista Juan Manuel Fernández del El Litoral

“En esto hay algo que es verdadero: sí, la ganadería emite y sobre todo metano; pero también se mezcla con intereses privados y se transforman en barreras paraarancelarias en algunos casos. Así como el bienestar animal, son normas voluntarias pero se transforman en obligatorias porque si uno no las cumple no entra en el mercado”, sostuvo el ingeniero Daniel Iglesias, quien brindó el seminario “Calidad y Ambiente en la Cadena de la Carne Bovina” en los salones de la Sociedad Rural de Santa Fe. Aunque sea cierto que muchas veces este tipo de disposiciones apuntan a la calidad de la carne, “también tiene que ver con lobbies y barreras”.

Iglesias es coordinador del Proyecto Regional sobre Cadenas Agroalimentarias en el INTA Anguil (La Pampa) y también cuenta con el título de Master of Science en Range Economics de la Universidad de Colorado (EE.UU.). Su charla apuntó a toda la cadena de valor, ya que cada eslabón tendría que adaptarse a estos nuevos requerimientos en un futuro no muy lejano.
Estos “requisitos ambientales” a los que refirió el especialista, están siendo cada vez mayores en la Unión Europea. Inglaterra es uno de los más exigentes, pero también Alemania, Holanda y los países nórdicos, que representan los mejores mercados para las carnes argentinas. “Lo más problemático es que ellos hacen alguna trampita porque enfatizan la emisión y el costo de energía del transporte y nosotros tenemos más de 15.000 kilómetros para llevar alimentos a Europa”, sostuvo el especialista. A este concepto se los denomina “food miles” y se está popularizando en estos países “con el lobby de los productores locales”.

Australia y Nueva Zelanda ya se pusieron a armar la huella de carbono de algunas frutas y de cordero “y han demostrado que haciendo un análisis del ciclo de vida del producto, desde la provisión de insumo hasta que llega a la góndola en Europa, emiten menos que los europeos por ser sistemas menos intensificados”. También allí están avanzando en nuevas dietas para vacunos de feed lot que provoquen menos gases.
De todos modos, otros datos no dejan de hacer parecer bastante antojadiza la cuestión. Por ejemplo, el hecho de que los animales en Europa se alimentan con soja argentina significa que al analizar el ciclo de emisiones tendrían que tener en cuenta “desde el fertilizante que se utiliza hasta la maquinaria que se emplea, todo eso es emisión a la atmósfera”, señaló Iglesias en el trancurso del mismo seminario recogido por El Litoral
Según dijo el referente del INTA Anguil, “todavía no está hecha la huella de carbono de la cadena de la carne argentina”.

Tesco, una de las cadenas de supermercados que comercializan carne argentina en Inglaterra, comenzó a incorporar la Huella de Carbono en 20 artículos y pretende extenderlo a 100%. “Así, otras cadenas, para competir con Tesco, empiezan a utilizar la misma estrategia de márketing y ya se va a convertir en algo obligatorio para poder competir”, adelantó el ingeniero Daniel Iglesias.