El futuro de los bosques como recurso para lograr los objetivos del Desarrollo Sostenible

21.03.2016 | Ambiente

En el marco del Día Internacional de los Bosques, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) remarcó la importancia del cuidado de los recursos forestales para erradicar el hambre y lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Para proteger los recursos, la FAO trabajará con lo gobiernos en iniciativas de cuidados ambientales, especialmente en los bosques de América Latina y el Caribe, ya que ellos reciben el 29% de las precipitaciones del planeta y poseen el 23,4% del área de bosques del mundo.


Jorge Meza, perteneciente a la Unidad Forestal de la FAO, señalo que “El agua y los bosques están íntimamente ligados, ya que los árboles filtran el agua, aumentan los niveles de humedad en el aire y la incorporan más profundamente en la tierra, evitando su evaporación”. América Latina y el Caribe recibe el 29% de las precipitaciones del planeta y posee el 23,4% del área de bosques del mundo, recursos estratégicos para la seguridad alimentaria y la generación de servicios eco-sistémicos. Brindando una enorme riqueza de recursos forestales e hídricos que se deben proteger para erradicar el hambre y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. A nivel mundial, las cuencas hidrográficas y los humedales boscosos proporcionan hasta el 75 % de los recursos de agua dulce. 

Según la FAO, los bosques también pueden reducir los efectos de las inundaciones y prevenir y reducir la salinidad de las tierras áridas y la desertificación. La sequía es uno de los síntomas más negativos del cambio climático. Mediante el almacenamiento del agua, los árboles y los bosques pueden fortalecer la resiliencia a las sequías. Asimismo, la FAO llamó a los gobiernos a intensificar el manejo de los bosques y reducir la deforestación, como una herramienta para mejorar la cantidad y calidad de agua disponible. En las últimas décadas, la pérdida del área de bosque en la región se ha reducido. Entre 1990 y 2000 se perdían 4,45 millones de hectáreas por año, mientras que entre 2010 y 2015, estas pérdidas se redujeron a 2,18 millones de hectáreas, principalmente debido a una disminución en las pérdidas de Brasil, Mesoamérica y el Cono Sur.

En el Caribe, ha habido un incremento neto de las áreas de bosques, que han crecido donde antes hubo plantaciones de caña de azúcar y otras tierras agrícolas. Este aumento es particularmente evidente en Cuba, República Dominicana, Puerto Rico y Trinidad y Tobago. Fuera del Caribe, Chile, Costa Rica y Uruguay son los únicos países que mostraron un aumento en el área de bosque durante 2010 y 2015. Sin embargo, las pérdidas netas anuales de la región continúan siendo muy superiores a las pérdidas globales. “Cuando la deforestación es elevada, se genera erosión del suelo y se altera la calidad del agua. Los bosques regulan el régimen hídrico, y cuanto más natural sea el ecosistema, más efectiva será esta función”, explicó Meza. Otro tema muy impotante es que, además de proteger el suministro de agua de calidad, la ordenación forestal reduce la pobreza mediante la creación de puestos de trabajo, la producción de alimentos, la prevención de incendios forestales, la protección de cuencas hidrográficas y la prestación de otros servicios, tales como la eliminación de dióxido de carbono del aire.

La situación de los recursos hídricos de la región es dual: algunos de los lugares más áridos y más húmedos del planeta se encuentran en América Latina y el Caribe. Esto significa que la disponibilidad de agua varía considerablemente entre países y dentro de distintas áreas en un mismo país. En las tres últimas décadas la extracción de agua se ha duplicado en América Latina y el Caribe, a un ritmo muy superior al promedio mundial. En esta región, el sector agrícola y, especialmente, la agricultura de riego, utiliza la mayoría del agua, con un 70% de las extracciones. Le sigue la extracción para el uso doméstico con un 20% y la industria con un 10%.

El cambio climático está modificando el comportamiento de precipitaciones y temperaturas, lo que alterará los agro-ecosistemas actuales. En América Latina y el Caribe, los cambios en los patrones de lluvias y temperaturas afectarán el rendimiento de cultivos básicos como trigo, arroz y frijol, generando presión sobre zonas no agrícolas, generalmente cubiertas por bosques, para convertirlas en superficies productoras de alimentos. “El cambio climático afecta la salud y la calidad de los bosques y la disponibilidad del agua, siendo que este efecto se magnifica por la degradación de los suelos a raíz de la expansión de las zonas de cultivo en áreas no apropiadas y la intensificación de la producción y del uso no apropiado de los insumos agrícolas”, agregó Meza. Por últimos, entre los efectos posibles del cambio climático, se espera que hacia mediados de este siglo ocurra una sustitución gradual de los bosques tropicales por sabanas en el este de la Amazonía, y de vegetación semiárida por vegetación de zonas áridas debido al aumento de la temperatura y la disminución del agua en el suelo.

Para poder revertir esta situacion, o evitar su avance, la FAO está implementando una iniciativa regional que trabaja con los gobiernos para apoyarlos a cuidar sus recursos naturales, enfrentar el cambio climático y gestionar los riesgos de desastres.

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