Hacia una nueva ética corporativa

29.08.2011 | Destacadas

Los escándalos corporativos de los últimos años han dejado por el suelo la imagen de las empresas globales. Es tiempo de balances. Ian Davis, CEO de la consultora McKinsey, propone una nueva ética corporativa que concilie las presiones por rentabilidad con la responsabilidad social.


 

¿Cuál es la ética de los negocios? ¿Cuáles son sus objetivos? ¿Cuál es el rol social de los empresarios y ejecutivos? ¿Vale todo para ganar dinero? Todos estos interrogantes han resurgido en los últimos años, tras los escándalos de Enron, Worldcom, Parmalat y tantas otras corporaciones globales.
Así, la vieja palabra "ética" emergió del polvoriento cofre al que había sido relegada cuando, en medio de la manía puntocom, los gurúes del management parecían preocuparse sólo por la innovación. En este tiempo de balances, Ian Davis, CEO de la consultora McKinsey, repasa las posturas tradicionales de las relaciones entre empresas y sociedad para proponer un nuevo enfoque superador de la clásica dicotomía.
La posición "de derecha", popular en las economías anglosajonas, es encarnada en la famosa máxima de Milton Friedman, "the business of business is business". Es decir, las corporaciones sólo tienen la responsabilidad de maximizar el valor para sus accionistas. Las preocupaciones sociales son secundarias y, tal vez, hasta contraproducentes.
Por otro lado, la doctrina "de izquierda", típica de la Europa continental, asegura que el imperativo de los beneficios no es suficiente. Las corporaciones tienen un rol social que cumplir para legitimarse. Esta creencia, sumada a las presiones de los globalifóbicos, ha impulsado el fenómeno de la Responsabilidad Social Empresaria desde fines de los noventa.
Sin embargo, según Davis, la dicotomía entre derecha e izquierda es, en realidad, incorrecta. Ninguna de las posturas se sostiene por sí sola.
Por un lado, la derecha oscurece una serie de aspectos centrales para el funcionamiento de cualquier negocio. Las cuestiones sociales no son tangenciales sino fundamentales para las corporaciones porque las presiones públicas suelen tener grandes efectos sobre los resultados en la "bottom-line". En el largo plazo, advierte Davis, si la empresa descuida su vínculo con la comunidad, la presión ciudadana sobre el gobierno terminará forzando la imposición de regulaciones. Por ejemplo, los altos precios fijados por la industria farmacéutica para medicamentos contra el HIV en países emergentes tuvo por resultado el reforzamiento de los controles públicos Entonces, según Davis, la postura "the business of business is business" puede terminar perjudicando los propios intereses corporativos.
La posición de izquierda enfatiza en la importancia de considerar la relación entre los negocios de las corporaciones y su medio ambiente social y ecológico. Sin embargo, por el momento la mayoría de las compañías sólo han considerado a la RSE como una suerte de estratagema publicitaria y de relaciones públicas. Pocas empresas han considerado a la RSE como una prioridad estratégica.
El debate entre las dos posturas antagónicas ya lleva varios años sin solución. Ian Davis propone un nuevo enfoque que concilie y supere la dicotomía, repensando el debate en términos de un "contrato" entre empresas y sociedad, por el cual las compañías obtienen el derecho de operar siempre y cuando cumplan con una serie de condiciones.
En este nuevo escenario, los hombres de negocios deben concebir sus objetivos en términos menos áridos que "maximizar el valor de los accionistas". Más exacto y motivante resulta pensar el objetivo último de la empresa como la eficiente producción de los bienes y servicios que la comunidad demanda. Los beneficios son, sin dudas importantes. Pero sólo surgen como una consecuencia del buen servicio. De acuerdo con Davis, la nueva máxima es: "satisfaga las necesidades de la sociedad, no busque sólo los beneficios. La rentabilidad vendrá sola".
Hace más de dos siglos, el filósofo francés Jean Jacques Rousseau concibió un contrato mediante el cual el pueblo reconocía la legitimidad de los gobernantes, siempre y cuando estos sirvieran al bien común. Los CEOs de las grandes corporaciones actuales tienen la oportunidad de firmar un contrato similar con la sociedad. Si lo hacen, podrán asegurarse el apoyo de la comunidad y, como resultado, maximizarán el valor de los accionistas. Pero si insisten en que "the business of business is business", en el largo plazo ellos mismos serán los perjudicados. Tarde o temprano, la presión social hará que les lluevan las regulaciones gubernamentales. Y será ya demasiado tarde para lamentarse.
(De la redacción de MATERIABIZ)

¿Cuál es la ética de los negocios? ¿Cuáles son sus objetivos? ¿Cuál es el rol social de los empresarios y ejecutivos? ¿Vale todo para ganar dinero? Todos estos interrogantes han resurgido en los últimos años, tras los escándalos de Enron, Worldcom, Parmalat y tantas otras corporaciones globales.
Así, la vieja palabra "ética" emergió del polvoriento cofre al que había sido relegada cuando, en medio de la manía puntocom, los gurúes del management parecían preocuparse sólo por la innovación. En este tiempo de balances, Ian Davis, CEO de la consultora McKinsey, repasa las posturas tradicionales de las relaciones entre empresas y sociedad para proponer un nuevo enfoque superador de la clásica dicotomía.

La posición "de derecha", popular en las economías anglosajonas, es encarnada en la famosa máxima de Milton Friedman, "the business of business is business". Es decir, las corporaciones sólo tienen la responsabilidad de maximizar el valor para sus accionistas. Las preocupaciones sociales son secundarias y, tal vez, hasta contraproducentes.
Por otro lado, la doctrina "de izquierda", típica de la Europa continental, asegura que el imperativo de los beneficios no es suficiente. Las corporaciones tienen un rol social que cumplir para legitimarse. Esta creencia, sumada a las presiones de los globalifóbicos, ha impulsado el fenómeno de la Responsabilidad Social Empresaria desde fines de los noventa.
Sin embargo, según Davis, la dicotomía entre derecha e izquierda es, en realidad, incorrecta. Ninguna de las posturas se sostiene por sí sola.

Por un lado, la derecha oscurece una serie de aspectos centrales para el funcionamiento de cualquier negocio. Las cuestiones sociales no son tangenciales sino fundamentales para las corporaciones porque las presiones públicas suelen tener grandes efectos sobre los resultados en la "bottom-line". En el largo plazo, advierte Davis, si la empresa descuida su vínculo con la comunidad, la presión ciudadana sobre el gobierno terminará forzando la imposición de regulaciones. Por ejemplo, los altos precios fijados por la industria farmacéutica para medicamentos contra el HIV en países emergentes tuvo por resultado el reforzamiento de los controles públicos Entonces, según Davis, la postura "the business of business is business" puede terminar perjudicando los propios intereses corporativos.
La posición de izquierda enfatiza en la importancia de considerar la relación entre los negocios de las corporaciones y su medio ambiente social y ecológico. Sin embargo, por el momento la mayoría de las compañías sólo han considerado a la RSE como una suerte de estratagema publicitaria y de relaciones públicas. Pocas empresas han considerado a la RSE como una prioridad estratégica.

El debate entre las dos posturas antagónicas ya lleva varios años sin solución. Ian Davis propone un nuevo enfoque que concilie y supere la dicotomía, repensando el debate en términos de un "contrato" entre empresas y sociedad, por el cual las compañías obtienen el derecho de operar siempre y cuando cumplan con una serie de condiciones.
En este nuevo escenario, los hombres de negocios deben concebir sus objetivos en términos menos áridos que "maximizar el valor de los accionistas". Más exacto y motivante resulta pensar el objetivo último de la empresa como la eficiente producción de los bienes y servicios que la comunidad demanda. Los beneficios son, sin dudas importantes. Pero sólo surgen como una consecuencia del buen servicio. De acuerdo con Davis, la nueva máxima es: "satisfaga las necesidades de la sociedad, no busque sólo los beneficios. La rentabilidad vendrá sola".

Hace más de dos siglos, el filósofo francés Jean Jacques Rousseau concibió un contrato mediante el cual el pueblo reconocía la legitimidad de los gobernantes, siempre y cuando estos sirvieran al bien común. Los CEOs de las grandes corporaciones actuales tienen la oportunidad de firmar un contrato similar con la sociedad. Si lo hacen, podrán asegurarse el apoyo de la comunidad y, como resultado, maximizarán el valor de los accionistas. Pero si insisten en que "the business of business is business", en el largo plazo ellos mismos serán los perjudicados. Tarde o temprano, la presión social hará que les lluevan las regulaciones gubernamentales. Y será ya demasiado tarde para lamentarse.
(De la redacción de MATERIABIZ)