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Clima sin Washington: Nuevas alianzas para un multilateralismo climático alternativo

30.07.2025 | Tendencias

La reciente retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París y el giro aislacionista de su política climática han encendido las alarmas en todo el sistema multilateral. Pero lejos de paralizar la acción global, este nuevo escenario está acelerando el surgimiento de un multilateralismo climático “alternativo”, más descentralizado, más diverso, y quizás más pragmático. El año 2026 se perfila como un punto de inflexión para estas nuevas formas de cooperación.
 
La promesa de que el liderazgo estadounidense era indispensable para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París parece desmoronarse. Con un Congreso fragmentado y una administración que ha desmantelado los compromisos climáticos federales, los actores multilaterales, incluyendo a Naciones Unidas, miran hacia Europa, Asia y América Latina para sostener el impulso.

En este contexto, la Unión Europea ha reafirmado su “Green Deal” como una política de competitividad, mientras China —aunque con contradicciones internas— avanza en regulaciones ambientales y energías limpias. Pero la gran novedad es el creciente protagonismo de países del Sur Global, que ya no esperan consensos imposibles, sino que actúan.

Expertos como Jean Pisani-Ferry y Beatrice Weder di Mauro ya hablan de una “geometría variable” de compromisos. En lugar de esperar una solución global y uniforme, se consolidan **coaliciones temáticas**: países que cooperan en torno a objetivos específicos como descarbonización del transporte, adaptación urbana o protección de biodiversidad marina.

Algunas de estas alianzas ya están en marcha: la **Coalición de Altas Ambiciones por la Naturaleza y las Personas**, impulsada por Chile y Costa Rica, o los acuerdos entre Colombia y Noruega sobre financiamiento basado en resultados para bosques. En otras palabras: el multilateralismo no muere, se transforma.

- Financiamiento climático: menos promesas, más innovación

La promesa incumplida de los 100 mil millones de dólares anuales para el clima ha puesto en entredicho la credibilidad de los países desarrollados. Ante esto, están emergiendo **mecanismos financieros más creativos y menos dependientes de los compromisos tradicionales**: bonos de impacto, canjes de deuda por naturaleza, y fondos soberanos verdes están ganando terreno.

La banca de desarrollo —con el BID, la CAF y el GCF a la cabeza— está revisando sus instrumentos para atraer inversión privada hacia sectores como energías renovables, agricultura regenerativa o infraestructura resiliente.

América Latina tiene aquí una oportunidad estratégica: no solo como receptora de fondos, sino como diseñadora de soluciones adaptadas a sus realidades.

Para que este nuevo ecosistema funcione, es crucial evitar dos riesgos: la fragmentación y la desigualdad. No todos los países tienen la misma capacidad institucional, técnica ni financiera para sumarse a estas coaliciones climáticas. La cooperación Sur-Sur, el fortalecimiento de capacidades nacionales y la participación del sector privado serán determinantes.

En este sentido, la **convergencia entre sostenibilidad, transformación productiva y justicia social** será el eje central de las agendas climáticas regionales hacia 2026. Ya no se trata solo de reducir emisiones, sino de hacerlo **con impacto social, económico y territorial**.

¿Qué puede hacer el sector privado?

La inacción de algunos gobiernos está impulsando a empresas, ciudades y universidades a tomar la iniciativa. Cada vez más compañías latinoamericanas se suman a estándares como Science Based Targets (SBTi) o reportan bajo TCFD, mientras que los criterios ESG evolucionan hacia enfoques más rigurosos y regionalmente relevantes.

La clave está en la colaboración. El sector privado no puede ni debe actuar solo: necesita marcos regulatorios, políticas públicas coherentes y una ciudadanía exigente. En esta nueva etapa, la corresponsabilidad será más importante que nunca.


2026: el año de la cooperación inteligente

Lo que parecía una crisis global se está convirtiendo en un laboratorio de innovación política y financiera. Sin el liderazgo estadounidense, la acción climática global avanza por caminos más complejos pero quizás más resilientes. América Latina, con sus activos naturales, su diversidad social y su capacidad de innovación, puede —y debe— ser protagonista de este nuevo capítulo.

Porque si el multilateralismo cambia de forma, no debería cambiar de fondo: el objetivo sigue siendo el mismo. Un planeta habitable, justo y sostenible. Con o sin Washington.

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